Mi bebé tiene 3 años y 4 meses. Fue un niño sano hasta los 2 años y 2 meses, cuando a raíz de una intoxicación quedó con parálisis cerebral espástica, epilepsia y es usuario de gastrostomía debido a problemas de deglución.
Estuvo en la UCI alrededor de 10 días con pronóstico reservado. Poco a poco fue despertando y mejorando, hasta salir de cuidados intensivos. Luego permanecimos tres meses en el hospital en observación. Sin embargo, no presentó mejoría en la alimentación, por lo que los médicos decidieron colocarle la gastrostomía. Desde entonces continuamos con hospitalización en casa y con terapias, que son fundamentales para su recuperación.
Gracias a ellas hemos visto avances que, aunque para algunos puedan parecer pequeños, para nosotros son milagros, porque ese día pudimos haber perdido a nuestro bebé. Él es nuestro milagro, nos enseña cada día sus ganas de vivir y es quien nos motiva a no desfallecer.
Somos una familia de cuatro: mi esposo, mi hijo mayor, mi bebé y yo. Mi esposo es quien sostiene los gastos del hogar y la alimentación, mientras que mi hijo mayor acaba de terminar un técnico en la Universidad Uniminuto y está trabajando para poder pagarse la universidad y sus propios gastos.
Porque considero que se estimularía mucho más para su recuperación.